Al leer el título de este pasaje lo menos que me imaginé es que Dios tendría esta enseñanza para mi. En mi primer devocional de esta semana, me dirigí hacia el libro de la Biblia que he estado estudiando ya por unos cuantos meses: El evangelio de Juan, específicamente en el capítulo 12 los versículos del 27 al 50.
Cuando leí el título de la primera parte Jesús anuncia su muerte, como ya conozco la historia, me imaginé que terminaría mi tiempo devocional agradeciendo al Señor por abrir mis ojos y hacerme creer en Él. Sin embargo mientras continuaba leyendo, la enseñanza iba tomando otra forma.
Para ponerte en contexto, en estos versículos vemos el anuncio de Jesús sobre el juicio de este mundo y de lo que significa andar en tinieblas. Posteriormente vemos la reacción incrédula de los judíos a partir de los versículos 37-38 la cual hace referencia al capítulo 53 de Isaías.
37 Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; 38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo:
Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:
40 Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón;
Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón,
Y se conviertan, y yo los sane.
En los próximos versículos fue que mi estudio tomó una dirección distinta. El pasaje expresa en el versículo 43 que muchos de los gobernadores habían creído pero que no lo confesaban porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios y eso me puso a pensar.
Si has puesto tu confianza en Cristo, quizás puedes caer en el error de pensar de que nunca has dejado de confesar sobre su obra, pero si nos detenemos a meditar por un momento, creo que todos lo hemos hecho alguna vez. Sólo piensa en lo siguiente:
- Cuando te preguntan por qué no vas a ciertos lugares y dices cualquier otra razón que no es “soy cristiano/a”, no lo estás confesando.
- Cuando te alejas de temas de conversación y tus argumentos no hablan en defensa de Cristo, no lo estás confesando.
- Cuando asumes ciertos comportamientos por miedo a que te cuestionen, no estás confesando a Cristo.
- Cuando te expresas de una manera que sabes será aceptada por los demás, no lo estás confesando.
Yo pudiera enumerar muchísimas razones más que demuestran lo fácil que podemos preferir la gloria de los hombres en vez de la gloria de Dios, pero el punto de compartirte esta enseñanza no es señalarte solamente lo que estamos haciendo mal, sino también ofrecerte una salida de acuerdo a la maravillosa Palabra de nuestro Señor.
En primer lugar: ora y pídele perdón al Señor y al mismo tiempo agradécele por abrir tus ojos y moverte al arrepentimiento. En segundo lugar: pídele ayuda para estar más alerta cuando llegue la tentación de quedarte en tu comodidad y no confesarle y que así mismo te llene de su amor y confianza para contarle a los demás la razón de por qué eres diferente.
Es inevitable hablar de Jesús cuando entendemos sinceramente lo que Él hizo por nosotros. Hoy medita en la cruz y en lo que se hizo por ti en ella. Mi oración es que eso despierte en ti una inmensa gratitud y avive en tu corazón la pasión por Dios y sus cosas.

¡Dios te bendiga!